miércoles, noviembre 01, 2006

El Tarot de Mantegna como láminas simbólicas


Al margen del significado generado por su ubicación y coordinación en el conjunto, cada una de las láminas tiene en el Tarot un valor simbólico intrínseco. León Hebreo, un judío hispano que recogió en sus escritos la tradición clásica y la cabalística, propone en sus Diálogos de amor cuatro interpretaciones posibles de los mitos, extensibles, sin duda, a las imágenes simbólicas de las cartas: la primera, literal, a modo de corteza exterior, que cuenta historias dignas de recordar; la segunda, más interna, más cerca de la médula, la moral, ejemplo para la vida humana, que alaba las buenas acciones y condena las malas; la tercera, más escondida, oculta bajo las mismas palabras, la que nos da a conocer las cosas de la tierra y el cielo, astrológicas o teológicas; por fin, como en el mismo corazón de la fruta, bajo tanta corteza, quedan otras significaciones científicas, sentidos medulares, que llamamos alegorías.
Para León Hebreo, los antiguos sabios que inventaron las fábulas lo hicieron: «porque estimaban que era odioso a la naturaleza y a la divinidad el manifestar sus excelentes secretos a cualquier hombre; y en esto han tenido razón, porque difundir demasiado la ciencia verdadera y profunda es ponerla en manos de los ineptos, en cuya mente se estropea y adultera, como le ocurre al buen vino en un mal recipiente» (Diálogos de amor).
Los renacentistas escondieron misterios profundos en cada uno de los temas iconográficos de las cartas del Tarot. Respecto a este gusto por el ocultamiento Geber, el alquimista, escribió: «Los antiguos ocultaron los secretos de la Naturaleza no sólo en los escritos, sino también mediante numerosas imágenes, caracteres, cifras [...]. Y no eran comprendidos sino por quienes tenían conocimiento de tales secretos». (El juego áureo).
Las siguientes palabras de Jean d’Es­pagnet, otro famoso alquimista de la época, van en el mismo sentido: «Los filósofos se explican más a gusto y con más energía por medio de un discurso mudo, es decir, por medio de figuras alegóricas y enigmáticas [...], que han resumido y explicado muy claramente los misterios de los Antiguos, de manera que casi no es posible poner la verdad delante de los ojos con mayor claridad». (L’oeuvre secrète de la philosophie d’Hermès).
El secreto de cada lámina consiste en que, gracias a ellas, es posible evocar el Principio universal. Dicho de otro modo, a través de cada una de las partes del mundo visible, se puede llegar a conectar con el Creador. El conocimiento de las partes de la creación, o las cartas del Tarot, pueden desvelar aquello que los renacentistas deseaban sobre todas las cosas: el conocimiento de la Divinidad. La lectura correcta de las láminas estribaría, pues, en reconocer el secreto divino que late detrás de cada una de las imágenes. Esta relación entre el conjunto de la creación y el Creador, por medio de los símbolos particulares de cada lámina, la enseñó Hermes Trismegisto: «Dios crea todas las cosas por sí mismo, por su acción, y todas las cosas son partes de Dios: luego, si son todas partes de Dios, Dios es con seguridad todas las cosas. Creando pues todas las cosas, Dios se crea a sí mismo, siendo imposible que cese jamás de crear puesto que no puede tampoco dejar de ser». (Obras completas de Hermes Trismegisto).