El asombro
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Y al morir tuvo la certeza de que si bien siempre había tomado parte en aquellas contiendas, no en todas las ocasiones había defendido las mismas ideas. A veces se veía a sí mismo afirmando la incognoscibilidad del vacío primigenio, mientras que en otras había muerto defendiendo la posibilidad del conocimiento a través del Verbo.
En aquel preciso momento, desde las profundidades, un dios pequeño y bicéfalo lo contemplaba asombrado y podría decirse que también algo inquieto, pues aquel terrible caos que se veía en la tierra, reflejaba como un espejo, la dualidad de sus pensamientos.
Dibujo de Beatriz Colom, Kémit, la tierra negra.