viernes, febrero 09, 2007

Reflexiones sobre arte y alquimia. Los elementos (1)

Iniciamos la presentación de una serie de fragmentos de la obra de los profesores Gernot y Hartmut Böhme titulada “Fuego, Agua, Tierra, Aire” publicada por la editorial Herder en 1998. Dichos fragmentos, que provienen del análisis de varias imágenes de distintos autores y épocas, pertenecen al capítulo dedicado a la “Iconología hermética de los elementos”, si bien no podemos dejar de recomendar el estudio completo a todos los interesados por el tema.

Hildegard von Bingen
"Una visión de Hildegard von Bingen (1098-1179) puede constituir, con razón, el comienzo de la iconología hermética. Su obra cosmológica De operatione Dei se remonta a una serie de visiones del año 1163, puestas por escrito durante el decenio siguiente. En el famoso codex latinus 1942 de la Biblioteca Governativa di Luca, nos topamos con diez extraordinarias miniaturas que, con gran fidelidad vuelven a traducir en imágenes el texto. Aquí mostramos la segunda visión.
…En cada uno de los cuadros de la visión se puede ver, junto al borde inferior, a Hildegard dentro de su celda, con los ojos vueltos hacia el cielo, a los cuales afluye, como un “torrente”, la imagen de la visión, a veces a través de un portillo (o una ventana celeste).
…De esta primera visión se infiere que la figura bicéfala, en cuyo abrazo, están figurados la Naturaleza elemental y el ser humano, es la primera hipóstasis de Dios (la figura de cabello blanco): “la vida ígnea de la esencia divina”, o la “fuerza ígnea”. Ésta, como luz fertilizante, aliento vitalizador o calor inflamante, despierta a la vida a todos los elementos. La corona de fuego, no diferenciada de la vestimenta de la figura portadora del mundo, es la esfera primordial del cosmos. En ella flota la corona de estrellas fijas, la más externa señalando los límites de la rueda cósmica, la Rota.
…El fuego es el elemento de la vida misma. Pero aquí tiene el fuego, expresamente, la figura de un hombre, ya que en un enfoque cristológico, es, simultáneamente, el amor de Dios que ha tomado cuerpo en el hijo del hombre. Para Hildegard, todo lo que es revela, en primer lugar, un alma de fuego, lo cual significa: un universo con el amor operando en su seno.
…A la esfera más externa, del fuego claro primigenio (ignis lucidus), sigue la esfera, la mitad de densa, del fuego negro (ignis niger). Se trata de una nueva imagen del mundo, una imagen, por así decirlo, absoluta, la cual, hasta el Sol niger de la alquimia, no tiene igual en lo referente a su apabullante y atrevida metafórica. Este desdoblamiento del fuego se lee, litteraliter, en el fenómeno natural, como una doble clase de calor: el dispensador de vida y el causante de quemaduras mortales. Lo cual está en correspondencia, spiritualiter, con la composición del amor divino creador y benefactor, y el fuego punitivo del juicio. Por debajo de los círculos de fuego aparece, tan fuerte como esos dos juntos, el estrato puro del éter (aether purus)… Luego sigue la esfera del aire acuoso (aer aquosus) de tanta extensión como la del fuego claro. Debajo se reconoce el círculo, blanco y denso, del aire fuerte (aer fortis), al que, finalmente, sigue la capa de aire tenue (aer tenuis), cargado de nubes.
…Es la esfera propia de la vida terrestre, unida a ella como el aire de la respiración con el cuerpo. Mantiene alejado todo lo superior y, simultáneamente, lo absorbe, integrándolo en su propio régimen… Y justamente en el centro flota la tierra (terra), “que está en medio de la materia restante del universo a fin de poder ser guiada por todos. Es conservada por todo lo que la circunda, está unida a todo ello y de ahí recibe, ininterrumpidamente, para su mantenimiento, tanto el reverdeciente frescor de la vida como también la fertilidad” (Hidegar, De operatione Dei). De este modo tenemos completa la primera representación icónica de los elementos: la esfera cósmica ordenada en distintos anillos circulares que simbolizan cada uno de los elementos."